A mi edad, he vivido muchas cosas, unas tristes y otras alegres, la mayoría han sido buenas. Cuando era más joven era esbelta y delgada, ahora aunque los años me han tratado bien, me han desfigurado, llevo el pelo corto y teñido, todas las semanas me pongo los rulos, para que se me quede un poco gracioso, su gracia natural ya se ha perdido, me han ensanchado las caderas, caído el pecho, engordado el culo y el rostro arrugado. Siempre visto con falda, nunca me he puesto pantalones, no me han gustado, es una prenda solo para hombres. Para una mujer de edad, tengo buena estatura, gracias a mis piernas largas, que aún las conservo muy bonitas, como para esconderlas en una prenda masculina; de las amigas de juventud era la más alta.
Mis padres no pudieron pagarme estudios, por lo que en casa mi madre me enseñaba las tareas del hogar, a coser y que fuera una buena mujer con mi marido el día de mañana; cosa que agradezco, para que me iba a mí servir el estudiar, así he sabido gobernar mi casa, a mi marido y mis tres hijos.
En mi familia, ninguno de mis hombres fuma, mi padre nunca fumó, uno de mis hermanos sí pero consiguió dejarlo, mis hijos ¡qué no me entere yo!, me da igual que dos de ellos estén casados, tienen que seguir haciéndome caso. Es horroroso que fume un hombre pero más aún una mujer. Cuando entro en una casa donde los habitantes fuman, tienen que quitar los ceniceros fuera de mi vista, aunque estén limpios y no hayan fumado, no hace falta que yo se lo diga, como ya lo saben, lo hacen y listo. Mi hombre, mi marido, tampoco ha fumado nunca, bueno si de joven, antes de conocerme, pero también se quitó, mejor dicho lo quité yo. Cuando me hice novia con él, recuerdo que fumaba, pero solo lo he visto una vez; la segunda o la tercera que salimos juntos, se encendió un cigarro, se lo quité, lo rompí y lo tiré al suelo y le dije: - Si me quieres a mí, no fumes, y si fumas no me vuelvas a buscar. Y me marché.
Me casé con él por eso, porque me hizo caso y no ha vuelto desde entonces a fumar.
El otro día me iba de viaje a Barcelona, me encanta Barcelona, me gusta mucho más que Madrid. Mientras esperaba , en el anden a que llegara el tren a la estación, había una mujer de mediana edad, de unos 42 años, que en treinta minutos, se fumó tres cigarros. Seguro que es una de esas guarras que se ponen a fumar en su casa, y no saben atender ni a su marido. Yo estoy orgullosa de ser como soy, todo lo contrario a esas mujeres de hoy en día, soy una buena ama de casa.
Fdo.- Angora
NOTA DE LA AUTOR
Un amediodia, estaba en la estación esperando a que llegara el tren de Sevilla, en él regresaba mi hija a casa, llegaba con retraso y mi impaciencia, me ponía muy nerviosa, en el anden, había tres personas esperando otro tren, el que les llevabaría a Barcelona; una de esas personas era la señora del relato de arriba, que solto su discurso a modo de monologo, pues los dos hombres que le acompañaban ni rechistaban, tan solo a su marido se le ocurrió llevarle la contraria en lo de Madrid, que a él si le gustaba más que Barcelona, ella lo fulminó con la mirada y él enmudeció, el otro señor no sé quien era, pero solo escuchaba. Durante la espera me fumé tres cigarros.
Mis padres no pudieron pagarme estudios, por lo que en casa mi madre me enseñaba las tareas del hogar, a coser y que fuera una buena mujer con mi marido el día de mañana; cosa que agradezco, para que me iba a mí servir el estudiar, así he sabido gobernar mi casa, a mi marido y mis tres hijos.
En mi familia, ninguno de mis hombres fuma, mi padre nunca fumó, uno de mis hermanos sí pero consiguió dejarlo, mis hijos ¡qué no me entere yo!, me da igual que dos de ellos estén casados, tienen que seguir haciéndome caso. Es horroroso que fume un hombre pero más aún una mujer. Cuando entro en una casa donde los habitantes fuman, tienen que quitar los ceniceros fuera de mi vista, aunque estén limpios y no hayan fumado, no hace falta que yo se lo diga, como ya lo saben, lo hacen y listo. Mi hombre, mi marido, tampoco ha fumado nunca, bueno si de joven, antes de conocerme, pero también se quitó, mejor dicho lo quité yo. Cuando me hice novia con él, recuerdo que fumaba, pero solo lo he visto una vez; la segunda o la tercera que salimos juntos, se encendió un cigarro, se lo quité, lo rompí y lo tiré al suelo y le dije: - Si me quieres a mí, no fumes, y si fumas no me vuelvas a buscar. Y me marché.
Me casé con él por eso, porque me hizo caso y no ha vuelto desde entonces a fumar.
El otro día me iba de viaje a Barcelona, me encanta Barcelona, me gusta mucho más que Madrid. Mientras esperaba , en el anden a que llegara el tren a la estación, había una mujer de mediana edad, de unos 42 años, que en treinta minutos, se fumó tres cigarros. Seguro que es una de esas guarras que se ponen a fumar en su casa, y no saben atender ni a su marido. Yo estoy orgullosa de ser como soy, todo lo contrario a esas mujeres de hoy en día, soy una buena ama de casa.
Fdo.- Angora
NOTA DE LA AUTOR
Un amediodia, estaba en la estación esperando a que llegara el tren de Sevilla, en él regresaba mi hija a casa, llegaba con retraso y mi impaciencia, me ponía muy nerviosa, en el anden, había tres personas esperando otro tren, el que les llevabaría a Barcelona; una de esas personas era la señora del relato de arriba, que solto su discurso a modo de monologo, pues los dos hombres que le acompañaban ni rechistaban, tan solo a su marido se le ocurrió llevarle la contraria en lo de Madrid, que a él si le gustaba más que Barcelona, ella lo fulminó con la mirada y él enmudeció, el otro señor no sé quien era, pero solo escuchaba. Durante la espera me fumé tres cigarros.
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