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A. J. A

No comprendo como puedo estar tan nerviosa hoy, es nuestra tercera cita, y me impacta igual o más que la primera.
Nada más verlo, me tiemblan las piernas, su sonrisa me penetra el alma, y en mi interior se desatan un sin fin de torbellinos. Me saluda y le miro a esos ojos tan maravillosos que tiene, solo con mirarlos hipnotiza mi espíritu y me ofrezco a él, ya no soy nadie y dejo que haga conmigo lo que quiera. Me seduce, me lleva hasta esa habitación azul, me ofrece asiento, para que me acomode, mientras él sale un momento, para luego volver, más enigmático que antes. Me sugiere que me ponga cómoda y me relaje, me acomoda en el sillón, inclinando mi espalda, me toca el hombro, con su mano segura, de dedos largos y redondos. Se pone unos guantes de latex, y me acaricia el labio, introduciendo sus dedos en mi boca, me da masaje en la encía, y cuando estoy más tranquila me pincha la anestesia, cierro mis ojos y ahora es cuando si que lo dejo trabajar, sin rechistar.
(ANGORA)

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