Todos conocemos los sobres de fiambre que se venden en los murales de los supermercados. Pues bien, me dispongo a hacerme un bocadillo de jamón con margarina, recordando los de mi infancia cuando me iba de excursión. Unto la margarina en ambas rebanadas de pan, me dispongo a añadir el jamón y compruebo que me queda poco, apenas una loncha, en ese momento lo veo pobre y escaso. Es cuando pienso que quizás mi madre no le ponía Tulipán por las vitaminas y emergía que pudiera aportar, sino que no podían comprar más jamón para sus hijos. (Angora)