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EL RADIOCASETE

Una tarde llegó mi padre a casa con un radiocasete, lo había canjeado por dos habitaciones de la otra casa, a unos gitanos. En nuestro hogar familiar nunca habíamos escuchado música, solamente la que emitían en la televisión. Teníamos una vieja radio en la que mi madre oía un programa de consultas y la locutora respondía con sus consejos a los oyentes que le escribían pidiéndoselo.




El radiocasete, vino acompañado de unas cintas de audio, que a mi padre le gustaban. Pronto empecé a utilizarlo, cuando él no estaba en casa; aprendí la misión de cada uno de los botones, así como adelantar y retroceder las cintas de música.



Las primeras cintas que utilicé fueron unas infantiles que me regalaron, con el paso del tiempo aprendí tan bien a grabar. Me gustaba hacerlo con mi voz, pero como no se me daba bien cantar, me ocupé de grabar historias que me inventaba y las conversaciones con mis muñecas.



Durante mi adolescencia, empecé a escuchar una emisora local que me gustaba, según era pirata, pero a mí me encantaba, hacían concursos y si llamabas por teléfono y acertabas, regalaban entradas de aquellos grupos de música que yo escuchaba. El inconveniente era que no me dejaban ni de hacer las llamadas, ni si ganaba alguna entrada el poder llegar a utilizarlas.



Cuando me daban algún dinero extra, compraba cintas vírgenes, y grababa mi música, cuando me cansaba de escucharlas las borraba grabando otras canciones nuevas encima.



Mi madre, empezó a asignarme tareas de la casa, yo encendía aquel casete negro y las realizaba al son de la música. Tardaba una eternidad en fregar los cacharros, pero yo me lo pasaba fenomenal escuchando en mi radiocasete una emisora nueva recién estrenada y esta, era nacional.



Limpiaba los cabezales del casete con un algodón recalado en alcohol, como si de una herida se tratase. Mi padre me escondió el cable como castigo, por algo que hice mal, pero yo lo utilicé con pilas.



Un día el casete dejó de funcionar, pero yo seguía escuchando la emisora en él, ya que la parte de radio si funcionaba.



En el cumpleaños de mi hermano le regalaron uno gris, más grande y más chulo y este era estéreo, con dos megáfonos. Pero yo seguí prefiriendo el negro de un solo altavoz; ya tenía la antena rota y en su lugar le ponía un tenedor, para poder seguir escuchando la radio y así hasta que dejó de funcionar del todo.



Ahora lo añoro cuando veo los C.D y los reproductores MP3.



Mi radiocasete negro fue el primero que tuve y desde mi niñez, lo utilicé hasta que me hice mujer, muchas tardes enteras me las pasé abrazada a él.



Al principio era un juguete, pero al final fue como un amigo fiel, y yo, a la emisora de radio, que aún sigo escuchando.



Fdo.- Angora

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