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CON LA MESA PUESTA

Estamos en casa, los dos solos, como todos los sábados, nos tomamos unos vinos antes de comer, mientras se termina de hacer lo que está puesto en el horno, yo saco del aparador esas dos copas grandes de cristal de bohemia que tanto me gustan, él descorcha la botella, sirve las dos copas, brindamos como tantas veces, nos gusta hacerlo cada vez que empezamos botella. Pero hoy él está más alegre, tiene un brillo extraño en la mirada, algo diferente, pero no sospecho nada.




Me ayuda a preparar la mesa, cosa que nunca hace, porque siempre mira la televisión, mientras yo lo hago. Ponemos el mantel bordado, la botella de vino en el medio de la mesa, un plato en frente del otro, los cubiertos en su sitio correspondiente, otras dos copas limpias, las dos servilletas, una a cada lado de su plato; sale del salón y yo espero sentada a que traiga el asado, pero aparece por la puerta con un ramo de rosas, amarillas, sabe que son las que me gustan, le pregunto: -¿A qué se debe esto? Son preciosas.



A lo que él me responde con otra pregunta, – ¿que tal si nos casamos?



Me enseña un anillo, me lo pone en mi dedo anular y me besa en los labios, me acaricia la cara, no me pude resistir y le dije que si.



Me abraza, me besa de nuevo, me toma en sus brazos y me acerca al sofá. Me acaricia el pelo, su mano baja poco a poco despacito, desde mi nuca hasta la cintura, empieza a desabrocharme la blusa, yo le quito la camisa, su mano ahora se pasea por mi muslo, debajo de la tela de la falda. Nuestra pasión se enciende cada vez más y nos unimos para fundirnos en el sofá.



Fdo.- Angora

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